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HABLAR O COMUNICAR? Disfrutar con la oratoria

  |   Varis

“El cerebro humano es un invento magnífico. Funciona desde el nacimiento hasta el momento en que te levantas para pronunciar un discurso”
(Mark Twain)

Tiene una extraña sensación antes de aparecer frente a un público que ha venido a esta sesión para escucharte.

 

No puedo defraudar, debo causar buena impresión y, además, ha de quedar claro que domino el tema y que estoy capacitado para aconsejar, para solicitar que hagan lo que les pido o para que reconozcan como propias las afirmaciones que diré…

 

Nuestro protagonista nos confiesa: Siempre me ocurre lo mismo. Siento un cosquilleo que me impide dormir bien la noche anterior y me hace pasar un mal rato durante las interminables presentaciones y charlas previas.

 

Un día se acercó un desconocido tras haber escuchado una de sus charlas y le tendió la mano mientras le decía: Muy bien, me ha gustado mucho su charla. Eso fue todo. Nuestro amigo reflexionó durante un buen rato, pasándose la película mental de su actuación, para saber qué es lo que había hecho para causar tan buena impresión.
Estaba seguro de haber cometido errores. De hecho, él había notado sus manos sudorosas y la opresión del cuello de su camisa. Incluso tuvo miedo de que el repique de su corazón se amplificara a través del inalámbrico que colgaba de su solapa.

 

Un poco más tranquilo y con el material idéntico a la jornada anterior repitió, frente a otro colectivo, la misma conferencia. Le gustó llamarla así, conferencia, ya que se sentía mucho más seguro de sí mismo y no dejaba de recordar la efusiva felicitación para reconfortarse.

 

En esta ocasión sonaron unos tímidos aplausos de cortesía al final de los cuales creyó entender un “por fin, nos podemos ir” y esperó, pacientemente, una mano desconocida de aliento que no llegó ni por asomo.

 

Había utilizado el mismo material y había repetido las mismas bromas. Todo ello sin ningún efecto positivo.

 

Empezó a pensar que comunicar es difícil y requiere de algunas pautas que no le habían sido reveladas. ¿Es un arte o una técnica? Es un tema de práctica, pero el público del segundo día no tenía nivel…

 

La historia puede acabar aquí. De hecho muchas de las historias de fracasos en la comunicación acaban en una acusación al público no motivado, poco preparado o simplemente cansado previamente por otros oradores.

 

He visto, sin embargo, a personas con un alto grado de timidez convertir su propia personalidad en un elemento de comunicación poético. Personas con los nervios a flor de piel, mostrarse controlados y dominando el auditorio con toda naturalidad. Personas con poca riqueza de lenguaje emocionar al auditorio y arrancar un espontáneo aplauso. Personas, todas ellas, que conocían muy bien el tema del que hablaban, tenían deseos de comunicarse y estaban dispuestos a profundizar tanto como hiciera falta.

 

Estos son los tres principios básicos de la oratoria, de la comunicación cara a cara, de las presentaciones profesionales brillantes que informan, persuaden, convencen, mueven a la acción o simplemente entretienen. Decía John Steinbeck que “de todos los animales de la creación el hombre es el único que bebe sin tener sed, que come sin tener hambre y que habla sin tener nada que decir”. Esa es la clave: tener algo para comunicar.

 

Lo demás, y para lograr el éxito en la comunicación, se entrena, se aprende, y cada uno puede sacar a relucir su propia creatividad (su arte) a través de las técnicas que deben acercar al orador a su público.

 

Conseguir disfrutar frente a públicos diversos poniendo toda nuestra capacidad para comunicar, no sólo con palabras, sino también comunicar haciendo aflorar nuestras convicciones. Nos equivocamos al buscar y rebuscar conceptos que nos dibujen cultos frente a los demás.

 

Recuerden la frase de Churchill, extraordinario orador: el persuasivo lenguaje de una lágrima…