EL SEGUNDO GOLPE
He podido controlarme, pensaba Alberto. Un buen golpe, suave de gesto, harmónico de trazado y …ha sonado a música celestial. Más de… un montón de metros. Recto botando en calle y rodando con elegancia y, quiero pensar, que con precisión. Son estos momentos en los que piensas que es fácil.
Te comes el mundo, puedes repetirlo una y mil veces porque,…lo acabas de hacer.
Me cuesta aguantar la sonrisa al notar el aplauso de los compañeros de viaje que te tratan de tapado, profesional, maestro y mil cosas más. Y es que en realidad, yo quería enviar la bola allí. Allí miraba mientras preparaba mi stance y en este punto exacto pensaba cuando inicié el gesto.
Enfundo la madera con mimo, la acaricio, la sitúo con delicadeza en la bolsa y camino ansioso al encuentro de la bola esperando la constatación del éxito. Verla tan distante, un puntito blanco reposando en el único espacio nivelado de la calle recién rasurada. Solitaria y vencedora, esperando mi llegada. Por un momento me he desentendido de mis compañeros, ignoro sus recorridos transversales y su búsqueda en los matorrales. Mi mirada es fija, obsesiva, presurosa y hasta el carro se me hace ligero en el trayecto.
Elijo un ocho. No, mejor un nueve, no sea que me pase. Hoy estoy potente. Abriré la cara del palo y… Ojo con el bunker de la derecha. No es problema. Apunto a bandera. Poco green para trabajar pero la bola va a caer allí mismo, junto al palo y se frenará. Con el nueve se frenará.
Busco mi bola en el aire y solo identifico un amasijo de tierra y hierva volando en mil pedazos. Lástima, se escucha desde el otro lado de la calle. Miro al suelo y está allí. Ni se ha movido. Reposa junto a una gran chuleta marrón que me hace retornar a la realidad. Tengo que respirar hondo. Pensar en el futuro en lugar del maravilloso inicio y olvidar el pasado. La salida fue buena, pero sólo cuenta el siguiente golpe y perdí la conciencia de mi juego obsesionado por mi nuevo “nivel”.
Esta historia que un día me contaba Alberto haciendo logaritmos en su tarjeta, me hizo pensar en que en nuestras empresas, en nuestro trabajo, nos ocurren cosas similares.
Muchos proyectos se inician con gran acierto, puede con algo de suerte, y perdemos la concentración posterior del seguimiento. Los mismos que aplaudieron la presentación de una nueva iniciativa transforman su entusiasmo en escepticismo durante la segunda fase. Ese momento, esta fase en la que realmente se materializa la proximidad a la meta.
Puede ser así también en el golf y en la vida. Lo verdaderamente importante es el segundo golpe.