BANDA MAGNÉTICA
Ilegible, con la banda hacia abajo, con la flecha hacia arriba… un sinfín de recomendaciones para que nuestro ticket de aparcamiento o nuestra tarjeta sea perfectamente identificada. ¿Se han parado a contar ustedes la cantidad de minutos perdidos y cargados de agobio que se emplean en la resolución de este enigma?
Todas las máquinas son distintas… Bien, exclama un amigo de la diversidad, esto es la evolución, la creatividad, la mejora continua… Yo lo miro perplejo después de haber inutilizado una al colocar el ticket en el lugar de la tarjeta y la tarjeta en el lugar del recibo… Ustedes dirán que es falta de atención y una cierta torpeza y yo les respondo que después de una “feliz estancia” en las salas de puente aéreo, seguido de un par de horas atado al cinturón de mi butaca, tras un día de duro trabajo, no me las doy de hábil ni de despierto.
Algo falla en nuestras máquinas y eso me anima. Sí, me anima porque llegará un día en el que (¿con el euro?) alguien reparará en mejorarlas. Sin duda ese alguien será una persona de empresa, interesada y observadora de la realidad, que sabrá ofrecer al comprador un producto mejor, sin tantos errores, que logre simpatizar con el consumidor -no confundir con la voz grabada de “su tabaco gracias” ni con la letanía catalana de bienvenida al vuelo que suena a perfecto anonimato- y realmente le sirva de ayuda.
Sí, es cierto, he tenido un mal vuelo, pero ese suceso me sirve para pensar que siempre habrá personas a las que vale la pena formar, comunicar el imprescindible reto de la mejora, estimular hacia el acercamiento con el cliente.
Una mirada a la brecha en los muros de castillo que nos plantea el profesor Richard J. Schonberger me trae de nuevo el sosiego. Pensar en las organizaciones alejadas geográficamente, pero vecinas en cuanto a sus problemas y soluciones nos da que pensar…
Vaya, me acaba de tocar la cola tonta del peaje… cinco coches por delante, alguien se pelea con su tarjeta.