ARCHÎTECTOS
La palabra “empresario”, derivado de emprender, de cambiar el orden de las cosas, nos hace pensar en la situación, distribución (en griego “economía”) de nuestros recursos para optimizar resultados. Siempre en distintas condiciones. Con premisas cambiantes.
Hace dos mil años, escribía Marco Vitrubio -célebre arquitecto romano- que “la “archîtectura” es una ciencia adornada por muchas disciplinas y conocimientos… Es práctica y teórica… Así los “archîtectos” que sin letras sólo procuraron ser prácticos y diestros de manos, no pudieron con sus obras conseguir crédito alguno… Los que se fiaron del solo raciocinio y letras, siguieron una sombra, no la cosa misma”. 1)
Sabias palabras del hombre que consideraba que el “archîtecto” debía ser Literato, para poder con escritos, asegurar sus estudios en la memoria. “Dibuxante”, para trazar con elegancia las obras que se le ofrecieren. Geómetra, para el uso de la regla y el compás… Óptico para tomar las mejores luces… Aritmético, para calcular los gastos de las obras… Filósofo (en el sentido moral) porque no puede haber obra bien hecha sin fidelidad ni entereza. Fisiólogo, para saber la naturaleza de las cosas. Saber de Medicina (“climata” en griego “conocer las verdades del cielo”), para construir en zonas saludables. Tendrá noticia del Derecho, por que se refiere a paredes comunes, luces y desagües. Astrólogo par a conocer el oriente, occidente, mediodía y septentrión, equinoccios, solsticios…
¿No será la profesión de Directivo una moderna versión de este “archîtecto” universalista que apoyándose en todas las ciencias conseguía perpetuar su obra? La gestión actual es una difícil construcción, sobre terreno pantanoso casi siempre con gran variedad climatológica en el estrecho camino legal y armónico que permite la permanencia y crecimiento, si cabe, de nuestro edificio, la empresa.
Aproximamos al lector, desde el punto de vista contable y financiero una ordenación de ideas posiblemente útil para su propia “archîtectura”.
1) Traducción del latín de Joseph Ortiz y Sanz (1787)