14 PALOS Y UN MÓVIL
No hay nada más molesto que el sonido de un móvil cuando estás pensando en tu stance en el tee de salida. Claro, son tantas cosas que en tu cuerpo vas analizando… en este gesto que es el instante más importante y trascendente del día. Una buena salida te eleva hacia la cumbre, y tu moral vuela por encima de la bola que se pierde en el horizonte.
Pero claro, suena la odiosa musiquilla del móvil de tu compañero y te devuelve al mundo, dotando a tu error posterior de mil excusas que te callas por educación.
– Disculpa. Sigue, sigue, estoy enseguida.
Mi compañero ha recibido la llamada de su secretaria que, a su vez conversó con aquel personaje importante diciéndole: «Don Alberto está en una reunión, fuera del despacho…»
Durante los primeros dos hoyos la conversación se alterna entre los comentarios de buenos y malos golpes, la búsqueda de su primera bola perdida y los asuntos tan importantes que han sido objeto de la llamada.
Tee del 3. Me acerco a su bolsa mientras prepara su bola y le apago el móvil. No se da cuenta y seguimos jugando. La mañana es plácida y solitaria. El cielo, pienso, debe ser algo parecido a esto.
Haciendo sumas en su tarjeta, con la cerveza en la mano, Alberto se sobresalta y se dirige a su móvil. Está a unos metros del bar, pero se le oye en airosa conversación. Su expresión va cambiando y su rostro se transforma nuevamente al estado habitual de crispación y de agobio.
– No tenía que haber venido, he tenido unos líos… y habré apagado el móvil sin darme cuenta…
– He sido yo. He actuado de terapeuta. Te estabas amargando la mañana y me arrastrabas a mí. Mira Alberto, siempre te has creído imprescindible y tienes una gente capaz, que tan sólo esperan que confíes un poco más en ellos. Deja de sufrir de este modo. Si juegas, juegas. Hoy es tu día de cargar pilas. Seguro que esta tarde estás con energía sobrada y los problemas resueltos o encauzados.
– Tienes razón, pero siempre creo que si yo mismo hago…
– Estamos demasiado ensimismados en nuestras capacidades. Fíjate. Tienes en tu bolsa, 14 palos, bueno tú tienes trece porque has olvidado el wedge en algún green, y cada uno de ellos tiene una función distinta. Confías en cada uno de ellos. Delegar es confiar.
– Esto es distinto…
– No tan distinto. Tú mismo me dices, el hierro cuatro para que no se eleve tanto, y cerraré un poco… No se te ocurre coger el nueve… y es que para cada caso, para cada labor, tenemos en nuestra bolsa una o dos posibilidades idóneas… En la empresa igual. Tenemos distintas habilidades, que lograrían la excelencia en distintas funciones. Personas que si las pusiéramos en juego nos aportarían soluciones creativas y distintas a tu gran «sabiduría».
– ¿Me estás comparando con un palo? supongo que me das la categoría de driver…
– La que tu quieras Alberto, sólo intento que no te molestes por mi intrusión en tu bolsa, pero he venido a jugar a golf y me estabas dando la mañana. Te invito a comer y miramos agendas para la próxima semana.